INVENTARIO FINAL. (PREMIO PLATERO 2010)
Inventario final:
He pagado todas mis deudas, incluso aquellas cuyos acreedores catalogaron de “irrecuperables”, las que me costaron alguna amistad y las que por mucho tiempo negué tener.
He cobrado a todos los que me debían, algunos pocos me han pagado y a los que se excusaron diciéndome que no podían hacerlo de inmediato, se las he condonado.
He cancelado todos los servicios que hacían de mi casa un lugar aparentemente normal para vivir; ya no tengo cable, desconecté el servicio de internet y la línea telefónica; la luz y el agua las cortarán a fin de mes y vivo en Lima así que no tengo calefacción ni aire acondicionado.
He desactivado de internet mi Messenger, mi Facebook, mi Hi5, mi Hotmail, mi Yahoo, mi Sónico, mi Blog, mi Gmail y he pagado a alguien para que borre cualquier rastro mío en el ciberespacio.
He cancelado todas mis subscripciones a diarios y revistas, hay casos en que me ha costado mucho hacerlo porque en casa siempre había algo interesante que leer pero en fin…; cosa extraña, me visitaron de “El Comercio” a preguntarme el porqué de mi cancelación y no supe que decirles; me ofrecieron bajar el precio, entradas a mitad de precio para varios conciertos, llevarme el diario a donde esté, la señorita incluso, con una sonrisa me dijo que “estaba dispuesta a cualquier cosa” para mantenerme como cliente, me lo dijo antes de que le cerrara la puerta.
He cancelado todas mis tarjetas de crédito y de débito; tuve que ir a más de treinta establecimientos, entre bancos, tiendas por departamentos, tiendas de artefactos, ferreterías grandísimas, centros comerciales, farmacias, cines, panaderías y tiendas de ropa; en algunas me ofrecieron darme la tarjeta Super Platino VIP Especial, pero no acepté.
He cerrado todas mis cuentas bancarias y he guardado el dinero en una caja de leche Gloria debajo de mi cama. Todos los bancos aceptaron con gran profesionalismo y me devolvieron el dinero que les daba a guardar, pero ya no me regalaron lápices, ni tarjeteros, ni me ofrecieron café; lo peor fue cuando le pregunté, como siempre, a esa muchachota pelirroja del Banco Internacional, si podía llevarme un par de esos chocolates deliciosos de la bandejita de su escritorio, me miró y sin sonreírme me dijo que eran “sólo para clientes”.
He pasado por mi AFP para retirar mis aportes, sólo pude llevarme los voluntarios y dicen que lo demás me lo devolverán poco a poco cuando tenga la edad de jubilación. Les he dicho que me voy a un largo viaje definitivo y me han dado un formulario de cambio de dirección, he escrito en el con letra muy grande: “VÁYANSE A LA MIERDA”, y he salido de allí corriendo.
Me he declarado culpable en un juicio y he pagado la reparación civil, en otros dos juicios que yo había interpuesto he conciliado a pérdida.
He vendido todo lo que hay en mi casa, excepto mi lap top, mi mesa y mi cama, y puesto el dinero en mi caja de leche. Claro que a la lap top le he mandado a borrar totalmente la memoria, sin tener disco de refuerzo ni nada de eso, he pedido también que le borren todos los programas y que la dejen con el procesador de textos. Los que vinieron a comprar mis cosas pagaron gangas, creo que ellos pensaban que estaba desesperado por el aviso que puse: “VENDO URGENTE POR VIAJE”, y levantaron todo lo que pudieron, lo único importante es que trate de vender mis cuadros a personas que los pondrían en sus casas y no en sus oficinas.
He vaciado mi closet y vendido toda mi ropa para alimentar a mi caja de leche, sólo cogí lo necesario para comprarme algunas mudas casuales y cómodas, además he comprado varios pares de alpargatas y zapatillas, pero ningún zapato. Los trajes de trabajo no los he vendido, simbólicamente se los he regalado al ropavejero.
He renunciado a la empresa en la que trabajé veintidós años. Tenía la oficina más grande y uno de los puestos más importantes. El presidente de Directorio me ha preguntado de manera cómplice “Qué tanto me pagará la competencia”. Siempre me fue antipático así que le respondí que mucho más de lo que le pagaban a él. Me han regalado un reloj de oro y lo he vendido de inmediato, a la mitad de su precio.
He vendido la casa en la que vivo desde hace treinta años. Es bastante grande y vinieron de un consorcio constructor a ofrecerme el triple de su precio para construir un edificio de departamentos. También vino alguien que la quería convertir en colegio y no faltó quien me ofreciera lo que pedía para construir un grifo sobre el terreno de mi casa. Pero se la vendí a una pareja de esposos muy jóvenes a punto de tener su primer hijo que se llamará Renzo. Ella se llama Claudia y es traductora; él, Antonio y es funcionario de un banco, me caen bien, me gustaría decirles que huyan de esta ciudad lo más pronto que puedan, pero tienen que descubrir muchas cosas. Su banco no puede financiar el valor de la casa, así que he reducido su valor para que ellos puedan comprarla. Se mudan a fin de mes.
He vendido la acción del club. Me gustaba mi club, pero no en verano cuando se llenaba de gente, sino en invierno, cuando las piscinas estaban cerradas y podía sentarme sobre el césped húmedo a beber algo.
He girado dinero a una Universidad en España, donde estudia mi hija menor. Es suficiente para cubrir los dos años que le faltan para terminar la Maestría en Proyectos Sociales, que me hace sentir tan orgulloso.
He ido, después de mucho tiempo, a la iglesia. He encontrado al mismo curita que oficia misa desde hace años, se ha sorprendido cuando he pedido confesarme, pero lo ha hecho y no ha encontrado gran cantidad de pecados, creo que porque no se los he contado. Le he advertido de que no volverá a saber de mí y me ha echado la bendición.
He vendido mi auto y me he comprado una bicicleta.
He regalado a mis amigos más queridos mis discos, mis libros y mis grabados. Ellos se han preocupado mucho y me han preguntado por mi salud, sólo he sonreído y les he dicho que estoy mejor que nunca. Ellos se han quedado preocupados.
He hecho un montículo en el patio trasero con todos los documentos que he acumulado por años; mis títulos universitarios, mis diplomas de desempeño, mis felicitaciones escritas y mis memorandos, mi partida de matrimonio, un montón de correspondencia, recibos, facturas, certificados de antecedentes y carnés. Les he prendido fuego con mucho alivio.
He mandado cartas a mis hijos que viven por todo el mundo ejerciendo profesiones distintas y solventes. Les he dicho que los quiero profundamente y que me mudo muy pronto, pero no les he dado dirección alguna a donde contestarme; se además que están muy ocupados para hacerlo.
He ido al cementerio a conversar con mis padres y con la mujer que amé cada día por treintaidós años. He contemplado su nombre en el granito y he llorado sin tristeza, pero con mucha melancolía pensando que si estuviese viva, sería lo único que me interesaría no dejar atrás.
He cogido la caja de leche gloria que ya está casi llena de billetes y he comprado varios sobres, he calculado cuanto puedo gastar al mes en comida, bebida y otros gastos; 1238 nuevos soles, ese es el monto que he colocado en doscientos sobres, que representan otros tantos meses.
He enviado a cada uno de mis seis nietos, vía Western Union, 5555 dólares americanos como propina final, la cifra la he elegido solo porque me gusta el número cinco.
Con el resto de dinero he comprado una casita de una planta, austeramente amoblada y sin ningún artefacto, frente al mar en una playa del norte llamada Yacila. No hay mucha gente y el pueblo queda a quince minutos caminando, tiene un pequeño jardín y un porche de madera con unas macetas vistosas. La encontré así, tal como la había imaginado.
Acaban de venir a llevar mi cama y mi mesa, de mi laptop me encargo yo, apenas termine este documento la apagaré, la guardaré en su estuche y de allí en adelante solo sabrá de literatura.
Creo que todo está en orden, tengo 60 años, no tengo miedo y estoy listo…, estoy listo para empezar a vivir.
JEAN PIERRE BRAVO ZAPATA.